La intervención humana en la naturaleza ha generado impactos que afectan negativamente la integridad de los ecosistemas, de los cuales depende en gran parte el bienestar de la humanidad, y que, en algunos casos, han llegado a amenazar la integridad de la vida misma en nuestro planeta, tal como se evidencia en forma dramática con el calentamiento global.
Precisamente, la ingeniería ha contribuido a generar muchos de esos cambios en la naturaleza, entre los cuales se encuentran aquellos de gran beneficio para la población, pero también aquellos que se consideran insostenibles desde la perspectiva ambiental y social.
La insostenibilidad ambiental, entendida como el desbordamiento de los límites impuestos por la naturaleza, en muchos casos tiene su origen en los patrones de producción y de consumo en sí mismos. Pero, como sabemos, ni los profesionales de la ingeniería que participaron en la creación e implementación de tecnologías que han sido críticas para resolver diversas necesidades humanas, ni los beneficiarios de las mismas, se imaginaron en su momento que muchas de ellas pudieran traer consigo las negativas consecuencias que hoy conocemos.
Con frecuencia, las intervenciones humanas en el medio natural, incluyendo las efectuadas mediante la ingeniería, se han hecho a partir de la visión predominante de que los bosques, la fauna, las aguas y los suelos, son recursos renovables. En esta perspectiva, cada uno de estos recursos se concibe como un bien para ser modelado en un producto material o como un recipiente para la disposición de desperdicios. Se trata, entonces, de administrar racionalmente los recursos naturales renovables como un medio para asegurar un flujo continuo de los productos de la naturaleza. Pero, esa administración racional ha acentuado, en muchos casos, la optimización del uso de los recursos mismos sin entrar a establecer las consecuencias de ese propósito para los ecosistemas que los producen.
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